Y el mismo número de besos apasionados, de abrazos desparramados por los dos
costados, de despedidas de personas de las que no me quería despedir y de
saludos de bienvenida a personas que no esperaba, de sorpresas agradables y de
las que no lo fueron tanto, de decepciones que llegaron sin avisar, de
carcajadas, a boca abierta, compartidas y de llantos desesperados que no
encontraron consuelo.
De noches en vela con sus días llenos de luz y color, de
secretos guardados y conversaciones sin acabar, de amigos, colegas,
desconocidos y personas especiales, de rutinas y, también, excentricidades.
De
películas con final feliz y otras tantas con el peor de los finales. De
silencios con sentido y de charlas sin ninguno.
De miedos que no me dejaron
avanzar y de oportunidades que aparecieron de repente, de pesadillas, de sueños
dulces hechos realidad, de despertares y puestas de sol, de malentendidos y de
segundas oportunidades, de viajes y maletas a medias.
De mí, y mis 25 años.