Esto es lo malo de
convertir a una persona en tu punto cardinal más importante. En tu
norte. Lo que sucede a continuación es que te sorprendes buscándolo
en las frases, en las palabras, en las letras. En las horas, en el
tictac del reloj de la estación, en la maleta vacía cuyas ruedas no
hacen ruido ante el plan de un nuevo viaje. Lo buscas en las nubes,
en las miradas de los extraños y en los descosidos de tu corazón.
En las latas de Coca-Cola matutinas, en los fotomatones sin risas en
el interior, en el asiento del copiloto siempre vacío.
Lo malo de regalar abriles
y octubres es que te pierdes en línea recta. Lo malo de convertirte
en lluvia es que te vuelves impermeable a cualquier tormenta de
verano. Lo malo de ir siempre a contracorriente, de querer morder la
manzana, de hacer el amor con el lobo, de aliarte con las brujas
brujísimas, de engañar al conejo tonto del país de las
Tontomaravillas, es que al final te cansas y te vuelves una más del
rebaño. Pasando desapercibido.
Lo malo de haberte querido
son los puntos suspensivos que han desaparecido, los problemas sin
solución, los ojalás atados a mis dedos, el tiempo condicional del
verbo. Lo malo de haberte querido es haberme transformado en cristal.
Y me dejé caer...